¿Qué sería de un verano sin su tormenta correspondiente? Pues bien, el verano 2010 tuvo ayer martes su correspondiente tarde de lluvia y tormentas que nos deja a todos atontados o descolocados, pero que tiene algo de original que nos gusta. ¿O no es extraño, aunque haya dicho que las tormentas de verano son habituales, una tarde de agosto de truenos, cielo encapotado y algunos chaparrones dispersos? Aunque, pensándolo bien, la última tormenta así importante que recuerde en un verano(seguro que ha habido otras, pero no me acuerdo) aconteció hace unos nueve años. Pasaba unos días con el que hoy es marido y que por aquel entonces sólo hacía dos años que nos conocíamos en una casa que mis padres habían alquilado por segundo año consecutivo en la playa de Las Tres Piedras (Chipiona). De repente, uno de los días, el cielo se cubrió de unas oscuras nubes y comenzó a lanzar algunos rugidos en forma de truenos que terminaron con un chaparrón que el por aquel entonces novio y servidor celebramos metiéndonos en el mar y dándonos un baño bajo la lluvia. Un episodio que mi marido seguro que no olvidará en la vida, conociendo esa faceta romántica o bohemia que siempre ha tenido de caminar bajo la lluvia en las noches solitaria de lunes cuando iba solo al cine.Con una tarde como la que se nos presentó ayer nada mejor que tumbarse en el sofá de mi estudio y ver una peli mientras mi esposo se echaba una siesta tras una sobremesa movidita y a la que le sucedió una aún más movidita tarde. En el intermedio de tantas turbulencias, le tocó el turno a la peli. En francés, J' ai tue ma mere, en inglés I killed my mother y en español, Yo maté a mi madre. Una película del joven director canadiense Xavier Dolán, quien, sorprendentemente, es también el protagonista de la misma. A pesar de lo drástico del título la sangre no llega al rio en ningún momento. Xavier sólo se centra en contar en primera persona una difícil relación con su madre, separada del que es su padre y que parece no estar interesado en su hijo. El protagonista es un joven estudiante gay y con novio, quien, por razones que ni él mismo entiende, no se entiende con su progenitora, a la que, por otra parte, no cesa de confesarle por activa y por pasiva que la quiere. Lo que me gustó de la peli es el realismo de la misma, muy propio del cine galo, ya que ese tipo de tortuosas relaciones entre padres e hijo está a la orden del día, sobre todo en lo que a falta de comunicación entre ellos se refiere. Sólo hay que remitirse a estos realityes de la televisión en los que unas bestias de hijos-as se convierten en la peor pesadilla de sus padres, quienes tienen que recurrir a la figura de un mediador familiar para convertir su caso en carnaza de los 'mass media'.
Pero nada es eterno en esta vida y hoy el verano ha vuelto a su senda habitual o cotidiana. El sol vuelve a brillar, ya no hay rastros de nubes cabreadas y las altas temperaturas vuelven a ser las protagonistas, cumpliendo a rajatabla las predicciones hoy miércoles y, sobre todo, para la de mañana jueves, cuando pasaremos "en familia" un día de playa. Antes, esta mañana no hemos faltado a nuestra cita con el gimnasio, donde me he percatado de que todos los hombres estamos cortados por el mismo patrón. Bueno, esto ya lo sabía de antes, pero era una forma sutil de comentar como, ante momentos tan monótonos como un saludo o una despedida, siempre recurrimos a las mismas coletillas. Por ejemplo, por si alguna vez te da, querido diario, por ir al gimnasio. Si alguien conocido te saludo mientras te cambias en el vestuario con un ¿qué pasa? u ola, ¿qué tal?. Lo común es responder: "Aquí estamos para echar un rato". Si por el contrario, el conocido, que pillarte siempre suele pillarte, te coge cuando te estás cambiando pero para irte ya a casa con un "¿Ya te vas? o ¿Ya has terminado?" Lo normal no es responder un "sí, ya me voy" sino con "sí, ya está bien por hoy" o "mañana será otro día". Con estas pequeñas lecciones pasarás desapercibido o como uno mas de los especímenes que circulan o transitan diariamente por un centro deportivo. Otro aspecto importante y que es bueno saber antes de entrar en un gimnasio es si te consideras una persona exhibicionista o muy reservada. Porque en un vestuario están los que se desnudan sin ningún tipo de pudor ante la presencia de otros maromos e incluso los que yo diría que se exhiben con gusto y los que si les valiese llevarían una funda nórdica en la que ocultarse dentro para desnudarse o vestirse, antes y después de la ducha. En este segundo grupo los hay que incluso se meten con la ropa dentro de la ducha o los que, los muy guarro, no se duchan en las instalaciones después de sudar y te los encuentras luego en una biblioteca con la misma ropa. Gente hay para todos los gustos e historias para llenar un diario un montón. Pero terminan cansando porque como ya he dicho estamos todos cortados por el mismo patrón.
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