
No se me pasaba por la cabeza, cuando inicié el pasado día 15 de julio este diario de unas vacaciones que pronto, o no tan pronto, llegaría el día de hoy, 29 de agosto. No, querido diario, no es motivo de alarma mundial, no es el fin del mundo ni se cumple hoy ninguna de esas profecías predecibles pero incumplibles. Hoy es el último día de mis vacaciones y, por tanto, tu último día de vida, que esto sí es para alarmarse, al menos, por tu parte, ya que yo mañana seguiré con mi vida, en vacaciones o sin ellas, y el que era un diario de vacaciones tendrá que convertirse en un simple diario de la vida de un periodista local. Quizás este sea un buen título para mañana, cuando de nuevo, como cada mes de agosto o septiembre, ponga el contador a cero e inicie una nueva temporada, larga temporada que verá su fin allá por el mes de julio.
Menriría si te dijera que no me apetece para nada volver al trabajo, porque ese no es el caso. Aunque pueda resultar sacrílego que una persona diga que quiere que acaben sus vacaciones, esa es la sensasión que me embarga en estos momentos. Creo que todo en la vida tiene su principio y su fin y que cuando algo se estira demasiado, como un chicle por muy kilométrico que parezca, termina resultando insípido No es que yo estuviera cansado de mi ritmo de vida en vacaciones, bastante tranquilo y casero, sobre todo, en la última mitad, pero si me llevase así unas semanas así sí podría terminar medio loco, como los habitantes de Islandia.
Creo que ya te lo he comentado en alguna ocasión, pero me apetece cambiar de rutina, la estival por la laboral, y así valorar más el día y el momento en el que vivo, deseando que lleguen los fines de semanas o esas tardes libres de las que dipongo a la semana para dedicarme a mis ratos de ocio Ahora, sinceramente, no sé ni en qué día vivo. Hoy es domingo, pero como si fuera un martes, jueves o viernes de mis últimas semanas, y no valoro las cosas que hago, pensando, muy perfeccionista que siempre he sido, que podría estar haciendo o haber hecho más en mis vacaciones.Pero, como decía al inicio de este diario las vacaciones no están para hacer cosas, sino para no hacer nada y, en este sentido, creo que ha sido un verano productivo.
Al menos ha sido un verano diferente, ya que no podemos olvidar que ha sido mi primer verano de casado, en el que he disfrutado de mi luna de miel en Fuerteventura, cambiando de aires respecto a mis veranos anteriores, ya que, previamente, también pasamos un fin de semana en Madrid. El resto del verano ha sido más afín con mis veranos anteriores, donde no podían faltar mis escapadas a Doñana o nuestros días de "relax", con los canis aljarafeños incluido, en el camping.
Pero si por algo ha destacado este verano ha sido por retomar mi afición por la escritura de ficción, es decir, por ponerme de nuevo, después de muchos años a intentar, que es lo que hago, escribir una historia o novela. En ello estoy y espero que en otoño, primavera y, quien sabe, en verano, siga con este empeño.
Pero que el verano no se va aún y como cantaba Amaral, aún quedan días de verano y aunque mañana ya vuelva al curro, aún me queda antes una nueva escapada playera. Será el próximo fin de semana y en esta ocasión iremos al Puerto de Santa María, donde mis padres han alquilado este año un piso para la primera quincena de septiembre. Atrás se quedan los dos últimos veranos en los que las escapadas de septiembre fueron a la playa de El Palmar.
En lo laboral, sólo deseo, querido diario, que este curso vaya al menos igual o un poquito mejor que el anterior. Tampoco pido mucho. Sólo intentar hacer mi trabajo lo mejor posible, seguir aprendieno día a día, y poder vivir de lo que realmente me gusta y apasiona en esta vida: escribir. Hasta que se nos priva de la oportunidad de hacerlo, no somos conscientes de lo que realmente nos hace feliz, aunque al meterte un año mas en la rutina de la actualidad nazarena, como la de cualquier ciudad, no valores día a día el trabajo que estás haciendo.
El nuevo curso lo empezaremos con cambios en nuestras vidas telefónicas, la de mi marido y mía, ya que abandonamos a Movistar, tras bastantes años de fidelidad, para irnos con Orange. Es increible lo poco que cuidan las compañías, en este caso hablo de Movistar, a sus clientes y sólo cuando ves que te marchas te ofrecen el oro y el moro. Antes, tienes que llamarlos, después de más de dos años de contrato para que te ofrezcan al menos un terminal nuevo. Esperamos que el cambio sea para bien y, si no, siempre hay tiempo para el cambio de nuevo.
Sólo me queda, querido diario de vacaciones, despedirme de ti, ya que ha sido, en el fondo, un buen verano, bastante caluroso, y para despedirlo te anuncio que esta noche tenemos cena en casa con unos buenos amigos, a los que siempre da gusto volver a ver y compartir un buen rato con ellos. Hasta el verano que viene...









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