Como quien no quiere la cosa me acerco cada vez más al final de la primera temporada de Mad Men. Todo un acierto, reiterándome en la primera impresión que me causó y compartí en este diario cuando comencé su visionado. Una serie muy recomendable, especialmente para aquellos que, como servidor, nos dedicamos al mundo de la comunicación, ya que, como recordareis, es una serie que habla sobre una empresa de publicidad en los años 60 americanos en pleno despertar de la carrera política de Kennedy. Sólo me quedan dos capítulo y daré por concluida la primera temporada. Creo,según tengo entendido, que a partir de la segunda el visionado será conjunto con mi esposo quien, en estos momentos, hace lo propio con Modern Family en el salón.
Seguimos en una semana muy calurosa y sofocante. Unos calificativos que definen a la perfección cuando anoche a las 11 y media me asomé a mi balcón y sentí una bofetada de calor similar a la que se siente al mediodía pero en plena noche. Así que esta noche he dormido en el sofá cama de mi salón con el aire acondicionado funcionando. Una solución que no me gusta nada, porque las gargantas lo resienten a la mañana siguiente pero que anoche era necesaria. Prefiero dormir recibiendo el aire fresco que entra en algunas noches de verano por la ventana de mi dormitorio. Claro está, cuando el aire corre algo por la calle.
Hoy me he cortado el pelo. Ya lo adelanté ayer como una medida previa a mi viaje de la semana que viene a Marsella. Espero poder llevarme el portátil,así que si la conexión no falla estaré en contacto con vosotros desde el país vecino. Volviendo a mi corte de pelo, me lo he hecho en la peluquería de caballero( me encanta este término y su concepto) Javier Delgado, en pleno centro de la ciudad, quien se ha convertido hasta la fecha en mi peluquero oficial en Dos Hermanas. Tuve que dejar de buscar a mi Antonio de Lebrón, por razones de comodidad y lejanía, para cambiarlo por Javier, otra filosodía de peluquería masculina, pero que no me está desagradando para nada, ni el resultado ni la forma de ejecución. Me gusta como trabaja.
Esta tarde, Javier, otro Javier, nuestro compañero de viaje, acaba de formalizar la facturación en línea y ya tenemos oficialmente billetes para nuestro viaje a Marsella. Ha pasado este mediodía por casa para recoger una guía sobre la Costa Azul y poder echarle un vistazo como ya se lo he echado yo. Vamos ultimando detalles y las ganas, como los nervios y la inquietud, van en incremento a medida que pasan los días. Ya falta una semana oficialmente, un poco menos, para embarcar rumbo a esta aventura por la provenza francesa que espero sea todo un placer para los sentidos. Deseando que todo vaya bien.
Ahora, antes de partir rumbo a la piscina me pondré un rato a leer. Hoy he estrenado nuevo libro. Los silencios del marmol, la última novela de Juan Adriansens. Una persona que quizás sea más conocido por su faceta de colaborador en tertulias radiofónicas y televisivas, por su carís histriónico, pero que yo descubrí el añó pasado como novelista con La vida extrema y no me desagradó. La novela habla sobre un joven restaurador que viaja a Nápoles para restaurar una conocida y polémica capilla cuyo fundador no está excento de rumores por sus coqueteos con la magia o la alquimia. Ya os iré contando sobre ella, pero para eso tengo que seguir avanzando en su lectura...
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