¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar si crees que tu marido te está engañando? No es una pregunta que lance a título personal, es el lema de la película que acabo de ver en esta sobremesa de lunes. Estoy hablando de Chloe, un psico-thriller erótico, no sé si la definición es la más exacta, protagonizado por mi venerada Julianne Moore, en el que Catherine, el personaje que ella interpreta, se ve envuelta en una trama de celos y engaños que ella misma se ha urdido.
Chatherine, una ginecóloga esposa y madre de un adolescente, se enfrenta a la edad madura con muchas dudas, entre las que cobra especial protagonismo la idea de que su marido la está engañando con sus jóvenes alumnas. Esta incertidumbre, nunca confirmada, la lleva a plantearse contratar a una guapa joven que conoce en los baños de un restaurante para que ponga a prueba a su esposo... Lo que pasa a partir de este momento no se sabe muy bien si es realidad o producto de la fantasía, pero lleva a la ginecóloga a un enredo sexual que al final termina dándole la vuelta a la tortilla...
Con cierto regusto a telefilm de sobremesa, Chloe tiene un toque a películas del estilo Instinto Básico, Acoso o Atracción fatal. dejando las puertas abiertas con un final muy ambiguo, medio resuelto, pero que puede hacer al espectador plantearse ciertas dudas respecto a la historia y sus personajes...
En estos menesteres he ocupado el primer mediodía de esta semana de agosto, la segunda, en la que. parece y se está comprobando, los termómetros no nos van a dar un respiro y las altas temperaturas volverán a ser las protagonistas. Aunque claro, ¿qué podemos esperar si estamos en el mes más caluroso del año por excelencia? Lo anormal es que no hiciera calor.
Quiero aprovechar las líneas de este diario para dar la enhorabuena a mi esposo por el almuerzo que me ha regalado hoy. Se va confirmando día día que me he casado con un buen cocinero. Se supera por platos y lo mismo te hace una lasaña de carne exquisita, como hace una semana, que me prepara un rico arroz con pollo, como ha hecho hoy. Envidio ese don para saber dar a los platos el punto que necesita, algo que no sé si sería yo capaz de hacerlo porque poseo uno de los calificativos menos apropiados para la cocina: la impaciencia.
Falta practicamente una semana para que estemos a punto de embarcar rumbo a Marsella. Los nervios y la expectación se van apoderando de mí por momento y por más que miro las guías de la provenza y la costa azul francesa que me he sacado de la biblioteca, creo que no termino de controlar el viaje, aunque claro, hasta que no estemos allí no podremos concretar los destinos o puntos de interés de la zona hacia los que dirigir nuestros pasos. Cada nuevo vistazo a la guía te descubre un punto nuevo que comienza a brillar y uno comienza a agobiarse con si dará tiempo, sin morirnos del palizón, a acercarse a tantos atractivos turísticos.
Viaje que me recuerda que tengo que pasar por la peluquería antes de partir hacia tierras francesas. Con estos pelos no me puedo pasear por una costa en la que se dejan ver en estos días Hugh Jackman o Kate Moss entre otros.
Estos días de vacaciones, este fin de semana, ha sido muy tranquilo. Mato los días viendo cine o series de tv, leyendo, que creo que es el verano que más estoy leyendo, y preparándome para ser un buen escritor, sigo resumiendo el manual Cómo no escribir una novela que me regalaron los Reyes Magos, avanzando y aprendiendo nuevos pasos interesantes. El siguiente, una vez termine su lectura, buscar un tema o historia que me atraiga y darle forma a los conocimientos adquiridos, aunque eso será otra historia que contar.
El fin de semana lo cerró una merienda-cena en casa de Rosa y Antonio, mientras mi marido se enfrentaba ayer domingo a su última jornada laboral previa a sus vacaciones que ya disfruta. Estaba de paso por la ciudad y su casa la Kiki, una vieja amiga, a la que hacía mucho que no veía y con la que compartí una tarde agradeble en compañía de buenos amigos.Nada mejor para cerrar una semana.
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