miércoles, 21 de julio de 2010

Día 7(el verano y las obras)

El sonido indiscutible del verano, querido diario, es el del mar. Bueno, es el mar si hablamos de una ciudad costera, pero para las ciudades de secano, para las que no tienen playa, como Madrid, el sonido del verano es el de las obras. ¿Por qué se empeñan los ayuntamientos en hacer la mayoría de las obras en verano, con la calor que hace y lo que nos jode a los que no tenemos un apartamento o piso, en su defecto, en la playa? Esta es la triste realidad del veraneante de ciudad. Durante los casi cuatro veranos que pasé viviendo en pleno centro de Sevilla, si no levantaron la calle tres veranos y la volvieron a tapar no lo hicieron ninguna. Ahora, mientras te escribo, en mi nuevo destino, Dos Hermanas, los obreros se afanan en poner guapa una plazoleta que hay en el lateral de mi edificio una manzana más a la derecha. Seguro que va a quedar monísima pero mientras tanto el ruido de la taladradora esa, o como se llame, la tengo metida en mi cabeza.

Menos mal que mañana parto para Fuerteventura. Lo sé, caro diario, que ya lo he dicho y que soy muy pesado con el tema, pero entiéndeme, ya que es la primera vez en muchos años(la otra vez fue durante mi viaje de fin de curso) que salgo de la península en un avión. Yo que no salía de Mazagón para darme un baño y ahora me lo voy a dar en una de las islas más bonitas de las Islas Canarias.
Para ponerme a tono de lo que me espera, ayer vi en el cine, con mi marido y unos amigos, la peli Una hora mas en Canaria. Un proyecto de musical, que no llega a serlo del todo, que entretiene a ratos, pero al que se le va la pinza, ya que no tiene ni pies ni cabezas. Es un despropósito, con ciertos tintes almodovarianos(algunos, solos) que no hay por donde cogerlo. Como decía ayer Luis, empieza muy bien pero termina muy mal. Previamente, habíamos quedado para almorzar, ya que la superpandi Cinesa(con la que trabaja mi marido, y que me adoptaron hace tiempo como animal de compañía) querían darnos nuestro regalo de boda. Algo que no era necesario, ya que nunca quisimos regalos de boda, pero que más vale tarde que nunca y muy agradecidos por el detalle.Tras la velada en el cine, nos reencontramos con Juanmanué. Que quién es Juanmanué, pues otro de los miembros de la pandi que acaba de regresar de Cracovia donde ha estado un curso estudiando como Erasmus.
Y antes de volver a casa, mi marido me regalo el libro El color prohibido, de Yukio Mishima, una nóvela inédita en castellano,escrita en los años 50, y que retrata el mundo homosexual del Tokio de la posguerra. Un libraco, que aún no puedo empezar a leer mientras que no termine la lectura de La vida extrema de Juan Adriansén.
Por cierto, querido diario, creo que llevo, como todos, un voyeur dentro, ya que anoche me llevé un buen rato, con el apoyo de mi marido, intentando descifrar desde la ventana de mi dormitorio si lo que estaba haciendo mi vecino de enfrente en su dormitorio(con la persina levantada y tumbado en la cama) eran trabajos manuales debajo de su ropa interior. Una investigación que se cerró cuando cubrió la ventana una inoportuna cortina. Y me fui a la cama.

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